Durante
la semana que pasamos en Santander reflexionamos acerca de algo que
parece evidente: la escuela ha cambiado, nuestros alumnos
tienen competencias y objetivos muy distintos de los de hace diez
años, nuestros soportes de enseñanzas han superado las barreras
del papel y nosotros mismos hemos dejado de ser los
“contenedores” del conocimiento puesto que la Red ofrece un
conocimiento infinitamente superior al que ninguno de nosotros
podamos poseer. Estando así las cosas huelga decir que un cambio
es necesario.
Vivimos
en un mundo en el que toda la información que recibimos influye en
nuestras decisiones y elecciones, determinando finalmente nuestras
libertades a la hora actuar. De la misma manera existe una
proliferación de canales de información, lo cual aumenta aún más
la cantidad de información que los ciudadanos recibimos y podemos
compartir. Pero además de este fenómeno, y como gran reto en esta
sociedad de la información, está la tarea de evaluar la relevancia
y fiabilidad de la información que recibimos así como de los
canales a través los cuales esta nos llega, de modo que podamos
hacer un uso responsable de ella y actuar en consonancia con nuestros
principios. Es precisamente en este contexto donde se concibe la
necesidad de una alfabetización múltiple: nuestros alumnos
son “nativos” digitales, de manera intuitiva navegan por
internet, descargan aplicaciones, suben archivos a la nube...sin
embargo, ¿hacen un uso responsable de estas tecnologías que
desemboque en un verdadero desarrollo de competencias? Es
precisamente en este punto en el que la figura del docente, ahora
como guía en el proceso de enseñanza, hace aparición en el nuevo
sistema educativo.
Sin
embargo, ¿Cómo introducir en el currículo estos nuevos medios y
estos nuevos lenguajes?¿Cómo tales medios y lenguajes
transforman los métodos educativos? Se impone, pues, la necesidad de
una alfabetización múltiple.
El
Consejo de la UE, en su documento
del 26 de noviembre de 2012 considera la
alfabetización múltiple una competencia esencial
para la vida, que faculta a los ciudadanos a desarrollar capacidades
de reflexión, de expresión oral, de pensamiento crítico y les
garantiza una plena participación en la sociedad digital y del
conocimiento. Y la define como la comprensión, utilización y
evaluación crítica de diferentes formas de información, incluidos
los textos e imágenes, escritos, impresos o en versión electrónica.
Esta perspectiva integra la lectura y la escritura con las
competencias digitales y mediáticas, y subraya la necesidad que los
estudiantes tienen de buscar, discriminar críticamente y producir
información en los distintos formatos y soportes que hoy convergen.
María Malpica González
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